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domingo, 15 de mayo de 2011

Despedida, pero no para siempre.

Bueno. Ya avisé que después de Pascua no subiría más y eso parece. Así que quiero dar las gracias a las personas que lo habéis leído realmente. Aunque esto no es un adiós definitivo. Si lo publican sereís los primeros en saberlo.
Si quereis preguntarme algo podeís contactar conmigo a traves de:

Cintasrojassobrenuevayork@hotmail.es
Cintas rojas sobre nueva york (tuenti)
Cintas rojas sobre nueva york (facebook)

Gracias de nuevo:
                                               Alba

miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo 3 parte 4

-Capítulo 3:
Abrió la puerta y la cerró de un portazo. No se sentó, lanzó las carpetas sobre la mesa y se apoyó en esta para mirar de frente a Santiagosa.
  -¿Por qué huía? – dijo sin perder el contacto visual.
  -Pensaba que eran ladrones- dijo con sarcasmo sin desviar la mirada.
  -Creo que grité lo bastante fuerte que éramos de la policía.
  -Quizá no lo bastante.       
Cuando detenías a un tipo sarcástico el truco era no dejarte influir por sus comentarios. Pretendían cabrearte y sacarte de tus casillas, si te mantenías calmado pero firme, se cansaban.
  -¿Conoces a Kelly Sanders?
  -No.
  -¿Y a Isabel Jones?
  -Tampoco.
  -¡No soy estúpida!- dijo dando un golpe a la mesa con la mano que sobresaltó a Santiagosa.
Aby notó otra punzada en el hombro y se dio la vuelta para que no notara la cara de dolor y pareciera débil. A ese tipo le habían detenido varias veces y seguro que en más de una se había apañado para librarse de las condenas. Pero esta vez quería pillarle. A Aby le asaltaban las dudas. Ella misma había echo un perfil de cómo era el asesino, podía haberse equivocado pero estaba segura y Santiagosa no era la clase de persona que ella había imaginado. Ella veía al asesino más perfeccionista, más metódico y cuidadoso, inteligente, lo suficiente como para no dejarse ver a una cámara a simple vista . Pero por Ahora todo les había llevado a Santiagosa y no dejaría que  por su cabezonería se le escapara un asesino.
  -Empecemos de nuevo- dijo sentándose- no voy a andarme con rodeos. Sabemos que habías quedado con Kelly Sanders para venderle droga ¿Qué paso Rubén? Yo creo que lo se. Creo que viste en ella a una inocente chica de pueblo que no tenía ni idea de la gran ciudad y decidiste aprovecharte de ella ¿Pero que pasó Rubén?  ¿No era tan confiada verdad? Y cuando te diste cuenta la mataste y te llevaste los mil dólares. Un buen negocio.
  -No eso no es lo que pasó. Conocía a Kelly, pero no la maté. Quedé con ella para venderle droga en Lincoln Square pero no apareció.
  -¿A que hora había quedado con ella?
  -A las nueve y media.
  -¿Y donde estuvo usted entre las nueve y las diez de la mañana?
  -Salí de mi casa a las ocho y media y fui a dar una vuelta.
  -¿Una vuelta?- preguntó ella arqueando una ceja.
  -Si, un pacífico paseo por las calles de la ciudad- dijo él con una sonrisa burlona.
  -Ya ¿Hay alguien que pueda confirmarlo?
Se lo pensó un momento antes de contestar.
  -No, nadie.
  -Mire Rubén, es preferible que me de el nombre de los camellos con los que trapicheó esa mañana que no tener coartada para un asesinato, hay las suficientes pruebas contra usted.
  -Estuve solo.
  -Bien- dijo ella cerrando el expediente- lo encerraremos hasta que se acuerde del nombre de sus amigos.

Aby salió de la sala de interrogatorios y se sirvió una taza de café. Miró el reloj, ya pasaban de las seis de la tarde y solo tenía ganas de llegar a casa. Se bebió un largo sorbo y respiró hondo para coger fuerzas.
  -Parece que Santiagosa tiene un gran sentido de la lealtad- dijo Hughes.
  -Si, prefiere acabar en la cárcel que admitir que tenía coartada.
  -Aunque eso en parte es una coartada, más o menos ha admitido que estuvo traficando.
  -Lo sé, pero ni lo ha admitido ni sabemos si es verdad, lo más seguro es que nos tome el pelo.
  -Pensaba que tú creías que él no era el asesino.
  -Solo era una idea, no significa que sea verdad.
Hubo un segundo de silencio.
  -¿Por cierto que te ha pasado en el hombro?
  -Nada, me caí persiguiendo a Santiagosa por las azoteas.
  -Bueno da gracias de que fuera una caída en otra azotea. Si hubiese sido a la calle tendríamos un cadáver más entre manos.
Para cualquier persona ese comentario no habría sido el más acertado, pero Aby comprendía el sutil humor policial que solo algunos captaban.
  -¿Has mirado si es algo grave?
  -No, no creo que lo sea, ha sido un simple golpe.
Aby bajó un poco el hombro de su camiseta. Tenía una buena herida, pero era solo el moratón y unos cuantos rasguños, no parecía nada que un poco de hielo no curara.
Hughes se acercó a ella, lo suficiente para que Aby pudiera ver de cerca el color grisáceo de sus ojos. Nunca se había fijado en ellos, en su profundidad, en lo vivos que eran.
  -No parece nada grave ¿te duele?- dijo presionando un poco.
  -Si- respondió ella con algo de dolor.
De nuevo se quedaron con las miradas fijas y Aby notó de nuevo la misma sensación de ingravidez, pero ahora tomaba un aspecto distinto. Estaba en calma, segura y notaba un leve hormigueo de placer recorrer su espalda. Sonrió.
  -¿Cuál es su conclusión doctor Houghes*?(mezcla de nombres Hughes y House)
  -Que de esta no te mueres, estoy seguro- respondió él con una sonrisa.
  -¿Qué pensabais hacer en la comisaría? – preguntó Huxley con una sonrisa pícara.
  -Yo… nosotros… no es lo que crees- Aby no sabía por donde salir.
  -Estaba mirando si la caída de Aby en su escalada a lo Indiana Jones por las azoteas había sido grave.
  -Ya claro, me da igual…Vengo con malas noticias.
  -Sorpréndeme- dijo Aby con resignación.
  -El abogado a sacado a Santiagosa, se ve que toda la pasta que saca de la droga se la gasta en buenos abogados.
  -Osea que hasta que no tengamos nada sólido no lo podemos retener.
  -No.
Hubo un segundo de silencio en el que Aby miró por la ventana buscando algo de inspiración. Finalmente habló.
  -Creo que deberíamos irnos a casa, despejarnos y volver mañana con ojos nuevos.
  -¿Os apetece una cerveza?- preguntó Huxley.
  -Por mi bien- respondió Hughes- ¿Weaver?
  -Creo que no nos vendrá mal.
Los tres policías caminaron por las calles de nueva York. Aby miró un enorme reloj que asomaba por el escaparate de una tienda. Eran las cinco y ya era noche cerrada. Los callejones poco iluminados ya habían sido absorbidos por la oscuridad de aquel mes de Diciembre. Se pararon delante de el bar de policías que había a solo unas manzanas de la comisaría. Aby abrió la puerta y el humo del tabaco concentrado entre las cuatro paredes se disipó por toda la calle, disolviéndose con el ya  bastante cargado aire de la ciudad

miércoles, 6 de abril de 2011

Capítulo 3 parte 3

Capítulo :
Aby salió de su Talbot con sus compañeros caminando a su altura. Cuando estuvo frente al edificio dirigió la mirada hacia el portero de este que ojeaba tranquilamente una revista.
  -Policía de Nueva York- eso atrajo la atención del portero- ¿conoce a este hombre?
Aby sacó de su chaleco antibalas la foto de Santiagosa. Cuando sus manos rozaron de nuevo el frío tejido del chaleco recordó el disparo de su compañero, aun demasiado reciente y las palabras de la viuda volvieron a clavarse en su estómago.
  -Si, es Rubén, vive en el tercero ¿Por qué?
  -¿Está en casa?
  -Si subió hace cosa de una hora y no ha vuelto a bajar.
  -¿Hay algún tipo de salida aparte de la puerta?
  -Si, una puerta trasera que da al callejón.
Aby soltó el walkie-talkie de su cadera y apretó al botón para hablar con los agentes de refuerzo.
  -Quiero gente en la puerta trasera del edificio y cerca de las ventanas.
  -Entendido inspectora Weaver- respondió una distorsionada voz al otro lado del aparato.
  -En marcha- les dijo a sus compañeros.
Entraron en fila india y subieron las escaleras del edificio. Aby encabezaba el grupo con la su Makarov dispuesta para disparar. Estaba tranquila. El edificio se mantenía en el más puro silencio y solo de vez en cuando se podía escuchar el chirrido de la madera bajo los pies de los agentes. Llegaron a una zona enmoquetada en una alfombra verde, sucia y de mala calidad que sirvió para silenciar sus pasos. Aby miró el número de latón sobre la puerta. Ese era el sitio. Su corazón comenzaba a tomar un ritmo un poco más rápido que unos minutos antes.
Pegó la oreja a la puerta y pudo percibir unos cuantos ruidos a través de esta. Los analizó. No parecían ruidos ajetreados sino más bien pausados y relajados.
Respiró hondo. “Piensa Aby” se dijo a si misma “No sabes lo que habrá ahí dentro, así que se rápida y concisa. Nada de rodeos, entra, detenlo y acaba rápido. No le des tiempo a pensar.” Esos diálogos consigo misma siempre le habían servido de mucho a Aby. Le ayudaban a concentrarse, a aclarar su mente y a darse a si misma un pistoletazo de salida.
Le hizo una señal a Huxley y el afirmó con la cabeza antes de dar una patada directa a la puerta. El monótono silencio del edificio se desvaneció con el sonido de la madera rota y de los gritos de los policías.
Aby entró, con la Makarov a la altura de los ojos y con el corazón latiendo cada vez más deprisa.
  -Hughes al comedor, Huxley a la cocina yo me encargo de las habitaciones.
Se dispersaron por los pasillos de la casa. Aby habría jurado que había alguien. Todo estaba oscuro y la única luz que parecía haber era la que entraba por las persianas. Caminó pasillo arriba hasta la habitación del fondo. Sus sentidos se agudizaron en esa oscuridad que la rodeaba. Caminó con pies de plomo por el pasillo, escuchando cada detalle, cada movimiento. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad se sintió algo más segura. Se puso frente a la puerta del dormitorio, vigilando las otras puertas que la rodeaban para evitar un ataque por la espalda. Bajo el marco de esta la luz se filtraba iluminando sus pies. Miró a su alrededor pero Hughes y Huxley no estaban allí.
Puso la mano en el frío pomo de metal y giró con cuidado. El chasquido de la puerta al abrirse dio paso a un pequeño chirrido de las bisagras. Empujó la puerta que rebotó contra la pared.
  -¡Policía de Nueva York, salga!
Pero nadie contestaba.
Aby evaluó la situación de nuevo.”No hay armarios ni esquinas, pero hay algo diferente en es te cuarto, algo que lo descuadra de las demás habitaciones ¡Ya está! Demasiada luz, las ventanas están abiertas, pero…¿porqué? “
Aby se asomó un poco a la ventana y la respuesta a su pregunta apareció delante de sus propias narices.
  -¡Mierda!- exclamó al ver las escaleras de incendios.
Colocó una mano en el marcó de la puerta y se impulsó hacia estas haciéndolas tambalearse ante su peso. Subió corriendo los escalones metálicos sin preocuparse del ruido que hacían sus zapatos.
Estaba segura de haberle perdido. “Te dije que fueras rápida no que analizaras” se incriminó, pero de repente una figura se volatilizó del final de las escaleras, desapareciendo por las azoteas.
Aby corrió más deprisa. Notaba el aire frío cortar su piel y revolver su pelo. Subió hasta la azotea del edificio, había subido tres pisos por las escaleras de incendios sin apenas darse cuenta, cegada por la adrenalina del momento. Corrió por las nevadas azoteas pisando charcos congelados y la suciedad que los rodeaba. Santiagosa corría a una distancia lo suficientemente amplia como para tener una distancia considerable respecto a la de Aby. Ella aumentó la velocidad, pero él había pensado lo mismo al girarse y ver que la inspectora le pisaba los talones.
Entonces Aby vió un halo de esperanza. La azotea finalizaba, no tendría salida, tendría que parar y entonces ella se le echaría encima.
Pero las cosas no fueron como ella esperó. Santiagosa se paró en el bordillo de la azotea, pero en vez de rendirse y parar, retrocedió unos metros para coger impulso y saltó al edificio colindante.
  -¡Para!- gritó Aby.
Sus piernas no podían parar y se aproximaban cada vez más al final del edificio. Tenía dos opciones, parar e intentar que los refuerzos lo cogieran o saltar ella. La segunda opción era demasiado arriesgada. Ya saltó una vez en el pasado, pero fue desde un primero, un sexto piso era algo bastante diferente. La distancia era ya era mínima por lo que, al llegar justo al alfeizar del edificio, cogió impulso y saltó.
El tiempo parecía correr ahora más despacio. Su cuerpo flotaba ingrávido a cámara lenta por encima de la calle. No respiraba, se mantuvo con los ojos abiertos rezando por parar en el edificio.
De nuevo todo volvió a su ritmo normal y Aby vió que sus pies pararían donde ella había planeado. Pero ahora el tiempo pasaba más deprisa y ella aun estaba algo conmocionada del salto que había tenido que dar.
Cuando sus pies pisaron el suelo resbalaron en un charco de agua congelado y Aby cayó contra su hombro. Notó una punzada de dolor, pero no se detuvo, se levantó de un salto y siguió corriendo.
Entonces vió a Santiagosa llegar al final del edificio de nuevo. Aby pensó que otro salto más la esperaba otra vez. Pero en vez de eso, Santiagosa se paró en seco. Cuando su cuerpo intento darse la vuelta para retroceder, notó el frío metal de la pistola de Aby, presionando su nuca.
  -¿Te has cansado de dar saltitos?- dijo ella con una sonrisa irónica.
                
                  ……………………………..

Aby miraba desde la otra parte del cristal. Su puso la mano en su hombro dolorido y recordó la sensación que sintió cuando sus pies sobrevolaban el espacio entre los edificios, cuando no sabía si llegaría a la otra parte o perecería en el intento. Había sido una descabellada por su parte, si hubiera esperado tal vez se habría parado y ella no habría tenido que saltar.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Capítulo 3 (parte 2)

-Capítulo 3:
Cuando entraron al pequeño laboratorio, Hughes dio un paso hacia atrás y se colocó detrás de Aby. Ella le miró y no pudo evitar una sonrisa ante el gesto.
  -¿Qué tienes Brook?
  -Antes de darte mi gran descubrimiento, me gustaría decirte que le he hecho las pruebas toxicológicas normales y me ha dado positivo en…
  -Nitrito de amilio ¿verdad? Comúnmente llamado Popper.
  -Excelente Weaver, excelente. Pero tengo algo que te gustará. Cuando se ha descongelado, he visto las mismas marcas que en Isabel Jones. Lo he comprobado varias veces y son exactamente iguales.
  -¿Quieres decir que fue el mismo asesino?- preguntó Hughes.
  -Podría ser, aunque también podría ser el mismo arma- respondió.
  -Yo voto por que sea el mismo asesino. No hablamos de algo común como una pistola o un cuchillo, sino de un arma que seguramente se ha hecho a medida para esto- dijo Weaver.

Aby notó un escalofrío por la espalda al decir aquella frase. Estaba claro que ese arma no estaba registrada porque la había echo a medida para los asesinatos. Eso solo podía significar que lo tenía todo planeado, que no eran simples asesinatos provocados por los celos o por un ataque de rabia, sino que habían sido premeditados.
  -Tenemos que ir a la comisaría. Seguro que las victimas tienen algún tipo de relación, la que sea- dijo Huxley.
  -Ya lo miramos. No iban a la misma universidad, ni frecuentaban las mismas personas. He llamado a Joel y a Tamala y ninguno conocía a Kelly- dijo Hughes.
  -Tiene que haber algo, cualquier cosa. El nexo que los una será su asesino. Quizá compraban en el mismo supermercado, o usaban un mismo servicio de taxis…lo que sea.
                       …………………………..
Aby amontonó los montones de papeles en su mesa de la oficina. Las vidas de las dos chicas resumidas en folios. Una especia de biografía escrita con cheques, cifras y cantidades.
Hughes y Huxley se sentaron a su alrededor y cogieron algunos de los montones.
  -¿Por donde empezamos?- preguntó Hughes.
  -Quiero que comprobéis los gastos de las víctimas en los últimos dos meses. Mirar si hay alguna coincidencia como por ejemplo que fueron a comer a un mismo restaurante o compraron en una misma tienda. Yo voy a mirar las cuentas de Kelly.
Aby tecleó el nombre para acceder a la cuenta de la victima. Empezó desde la última semana. Todo eran cosas normales, sacaba pequeñas cantidades para cosas sin importancia, pero de repente vio algo extraño. Había sacado mil dólares de su cuenta justo el día anterior al del asesinato. Aby marcó el número del banco y esperó a que le pasaran con el director de las oficinas.
  -Soy la agente Aby Weaver de la policía de Nueva York, me gustaría saber si ayer Kelly Sanders extrajo una cantidad de mil dólares de su cuenta.
  -Lo siento, no puedo rebelar información privada sobre las acciones de mis clientes.
  -Investigo un caso de asesinato-dijo ella irritada- a su cliente le da igual que me lo diga, así que responda ¿Extrajo la cantidad?
  -Si- respondió fríamente el director del banco.
  -¿En efectivo?
  -Si, yo mismo supervisé la acción.
  -Gracias- y colgó.
Aby se levantó de la silla y destapó el rotulados negro que estaba sobre la repisa de esta. El olor de la tinta al que ya estaba acostumbrada volvió inundar los sentidos de la inspectora. Apuntó la cantidad extraída bajo la foto de la victima. Dio unos pasos hacia atrás para contemplar el lienzo blanco que ya comenzaba a tomar algo de color, pero pese a tener la pizarra prácticamente llena no tenían nada de valor que les condujera a ningún sitio.
El teléfono de su mesa sonó con su inconfundible pitido y Aby lo descolgó de nuevo. Parte de la tarea de investigación de un crimen se hacia en las oficinas y sobretodo por teléfono.
  -Soy Robert- dijo el informático- he localizado de donde proviene la señal del  tipo del chat.
  -Vale voy para allá.
Aby colgó y les hizo una señal a sus compañeros para que la siguieran.
Cruzaron las oficinas a paso rápido y llegaron al ascensor sin pronunciar palabra. Cruzaron el vestíbulo de madera de arce antiguo bajo las atentas miradas de sus compañeros de otros departamentos que los observaban para distraerse un poco de su trabajo. Entraron por una de las puertas de la última planta y cruzaron un solitario y monótono pasillo de puertas de madera colocadas a los lados. Las luces de los flexos del techo parpadeaban dando al pasillo pequeños momentos de oscuridad. Los zapatos de la inspectora era lo único que se escuchaba. Se acercaron a la puerta del fondo donde un pequeño haz de luz se filtraba por debajo de la puerta. Giró el pomo sin llamar, sobresaltando a los informáticos.
  -¡Podrías llamar antes de entrar!- le reprochó Robert.
  -Prefiero contar con el factor sorpresa para saber si estáis trabajando o haciendo el vago- le respondió ella-¿Qué tenéis?
  -El tipo en cuestión se conectaba desde un cibercafé que hay en la segunda junto con la primera en el Harlem este.
  -Eso es como no tener nada, miles de personas se habrán conectado en ese cibercafé.
  -No es todo. Tenemos la hora de su última conexión, quizá eso sirva para localizarle.
  -Está bien yo me voy a la cafetería a ver si tengo algo. Hughes y Huxley seguid revisando las cuentas y buscar alguna conexión. Quiero saber en que se gastaron Isabel y Kelly el dinero en este último mes. Si tenéis algo llamadme.

Se subió de nuevo a su coche y tomó el camino más corto hasta la dirección del cibercafé. Cruzó la novena donde estaba su comisaría a una velocidad considerable. Pero el tráfico en la séptima era lo suficientemente denso delante de Central Park como para conducir sin parones. Se detuvo frente a uno de los semáforos y observó a traves de las verjas los árboles de Central Park que se alzaban majestuosos sobre el cielo invernal, cubiertos por una densa capa de nieve virgen que solo dejaba al descubierto pequeños resquicios de un color verdoso oscuro que se asomaban bajo la impoluta nieve de la noche anterior. Cuando el semáforo se puso en verde tras un tiempo que a Aby le pareció infinito, retomó la marcha por Park Avenue hasta llegar a la segunda pasando por el Upper East Side hasta que por fin llegó a la puerta del cibercafé.
Al entrar la gente ni se percató de su presencia. Estaban demasiado enfrascados en las pantallas del ordenador para fijarse en ella. Echó un rápido vistazo para ver cuanta gente había, calculó que cinco en los ordenadores y uno sentado en la barra junto con el camarero. Pasó por delante de diversas mesas y solo una persona se dignó a dirigirle una rápida mirada para después volver al objeto de su interés.
Aby se acercó a la barra y el camarero dejó de hablar para mirarla con desprecio.
  -¿Qué pasa?- dijo sin soltar un trapo sucio que llevaba en las manos.
  -¿Es usted el dueño del local?
  -Si ¿Por qué?
  -Me gustaría hablar con usted- Aby le lanzó una mirada al hombre que estaba sentado frente al dueño- en privado por favor.
Éste balbuceó una palabrota que Aby ignoró y se movió al otro extremo de la barra sin soltar su taza de café.
  -A ver ¿Qué pasa?
  -Soy la inspectora Aby Weaver de la policía. Investigo un homicidio y me gustaría saber si me puede dar información de una persona que se conectó aquí hace dos días a las nueve y media de la noche.
  -Es imposible que se conectara nadie inspectora, a esas horas yo ya he cerrado el local.
  -¿Ha revisado las grabaciones de esa noche?
  -No, porque no me ha hecho falta. Todas las mañanas miro si me falta algo o si hay algo fuera de lo común y todo estaba bien, así que no tengo razón para hacer eso.
  -¿Las cámaras funcionan toda la noche?
  -Si.
  -Quiero verlas.
  -Como no- dijo con escepticismo- pase a mi despacho.
Entraron a un despacho sobrio y sin apenas decoración. Se sentaron alrededor de un portátil que había sobre el escritorio y el dueño enchufó unos cables a la parte trasera del ordenador. De repente apareció el logo de una conocida empresa de seguridad que Aby había visto muchas veces anunciada por la tele.
  -Cerré a las ocho y media ¿a que hora se supone que se conectó el tipo ese?
  -A las nueve treinticuatro, pero póngalo unos minutos antes.
  -Por supuesto inspectora Weaver- dijo de nuevo con sarcasmo.
Todo parecía normal y en calma. Aby miraba la persiana del local pero no se movía ni un milímetro. De repente alguien apareció desde la otra parte del local y encendió las luces.
  -¡Menudo hijo de perra! ¡Ha entrado en mi local!
  -¿Tiene puerta de atrás?
  -No.
  -¿Comprobó los servicios antes de marcharse?
  -No es un banco, es una maldita cafetería. Ni siquiera quería poner seguridad, pero mi mujer se empeñó.
  -Está bien, me llevaré las imágenes de la cámara.
  -¿Pero no va a investigar quien entró en mi cafetería?
  -Que le sirva de precedente, ahora ya sabe que debería preocuparse más por la seguridad su establecimiento.

Aby retomó el camino que había tomado y volvió a la comisaría. Cuando entró Hughes y Huxley seguían enfrascados entre papeles y tazas de café.
  -¿Qué tenéis?
  -La única acción extraña que realizó Kelly Sanders fue la del día de antes de su muerte- dijo Huxley.
  -E Isabel Jones tenía las cuentas limpias, para ser de una familia rica gastaba poco dinero, y el que se gastaba está justificado.
  -Pues yo si que tengo algo- dijo lanzando el un disco encima de la mesa- los videos del café.
Puso de nuevo los videos y adelantó hasta el momento en el que el sospechoso aparecía de la nada y encendía la luz.
  -Menudo idiota- dijo Hughes- ¿quien entra a robar y enciende la luz?
  -Seguramente ni siquiera sabía que había cámaras. No podemos coger una imagen clara hasta que no se ponga de frente.
El hombre misterioso estaba escondido tras un gorro de lana negro y vestimenta del mismo color. Parecía recién sacado de una de esas películas de humor de los años ochenta sobre ladrones poco habilidosos que conseguían librarse de sus perseguidores gracias, principalmente, a la suerte del momento. Por desgracia esto tenía tan poca comicidad como esas películas tras verlas más de una vez. La cámara no era de gran calidad y el no paraba de moverse. De repente apareció un plano de frente a la cámara. Se veía tan claramente su rostro que Aby pensó que la miraba a ella. Hughes congeló la imagen.
  -Esta clase de tomas solo se consiguen una vez en la vida. Podría decirse que tenemos suerte- puntualizó.
  -Yo no lo llamaría suerte- dijo Aby- lo llamaría “tipo estúpido que se ha puesto de frente en una cámara de seguridad” ¿No se le ocurrió pensar que podría haber vigilancia?
  -Cuanto más idiota, más fácil es de coger- respondió Huxley.
La cara del hombre se encuadró en un pequeño rectángulo de color azul y enseguida la base de datos comenzó a procesar. Pasados unos angustiosos segundos. Una ficha se abrió en la pantalla del ordenador.
  -Rubén Santiagosa- dijo Aby- detenido por tráfico de drogas y unas cuantas agresiones, casi todas con arma blanca.
Ella puso una cara de duda que Hughes percató al instante.
  -¿Qué pasa? ¿No es bastante bueno para ser tu asesino?
  -No es eso- le dijo sin dejar de mirar la pantalla- no ha cometido ni un solo asesinato y todas sus agresiones son con arma blanca.
  -Puede que haya cambiado sus métodos.
  -No lo sé, lo veo un cambio demasiado brusco. Cuando empezamos en esto pensaba que el asesino había planeado cada detalle, cada movimiento…no ha dejado ni una huella en los cuerpos y de repente, se deja ver en una cámara de seguridad. No me cuadra.
  -Todos cometen errores- dijo Huxley- probablemente se le pasó. Aquí pone que hay una dirección en Astoria.
  -Eso está bastante cerca de Bowery Bay y de Lincoln Square.- respondió Aby.
  -¿Llamo por si acaso para pedir refuerzos?- preguntó Hughes.
  -Si, vamos antes de que se nos escape.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Capítulo 3 (parte 1)

Capítulo 3:
El coche circulaba por las vacías calles de Lincoln Square. Aby se fijó en el enorme arco metálico de color verdoso que se elevaba en la entrada de la calle como un enorme cartel de bienvenida. Unas gotas de lluvia comenzaron a repicar en el cristal de su Talbot solara lacado en gris. Se lo compró su padre durante los ochenta y ella lo heredó cuando desaparecieron. Al principio lo abandonó en un viejo garaje hasta que por fin un día decidió arreglarlo, y desde ese momento le había acompañado en muchas detenciones y muchas redadas, y por ahora aguantaba bien las persecuciones policiales y las carreras entre calles de la ciudad.
Se pararon delante de unos edificios cercanos a donde habían encontrado el cadáver.
  -Policía de Nueva York- dijo dando unos golpes a la puerta de madera.
Unas llaves comenzaron a girar y la puerta se abrió. Tras ella había un chico de mediana edad que se mantenía refugiado tras la parte de la puerta que aun estaba cerrada.
  -¿Qué quieren?- preguntó con desconfianza.
  -Venimos a hablar de su hermana, Kelly Sanders.
  -¿Qué ha pasado?
  -¿Podemos entrar?- respondió ella.
Él miró asomar su placa bajo la americana y ella asomo el resto de esta para que la viera totalmente. Él la miró de nuevo.
  -Pasen- dijo abriendo la puerta del todo.
Entraron a un comedor y se sentaron en el sofá. Aby apoyó su libreta de notas en el reposabrazos.
  -Perdonen mi desconfianza, mi madre me enseñó desde pequeño a no abrir a desconocidos, esto no es como en el pueblo es una ciudad peligrosa- dijo con una despreocupada sonrisa.

Weaver captó que no debía de saber anda aun. Estaba algo nervioso pero no parecían los nervios producidos cuando escondes algo, simplemente estaba incómodo.
  -¿Y que pasa con kelly?
  -Lo siento mucho señor Sanders, la hemos encontrado esta mañana muerta en esta calle, a unas pocas manzanas de su casa.
  -Lo sabia, se lo dije- dijo poniéndose de pie.
  -¿Qué sabia señor Sanders?- preguntó Aby confusa.
  -Le dije que no se metiera en esas cosas, pero no me hizo caso y ahora…ahora está muerta.
  -¿Qué cosas Peter? – preguntó Hughes.
  -Hace un par de meses se metió en una cosa de esas de conocer gente por Internet. Al principio me daba igual, pero luego dijo que iba a quedar con uno de esos tipos, le dije que no fuera, que podía ser un pirado, pero me ignoró y se fue.
  -¿Cuándo?- dijo Huxley.
  -Ayer por la mañana, dijo que se reuniría con ese tipo en Bowery Bay.
  -¿Bowery Bay? ¿Está seguro?- dijo Aby.
  -Si estoy seguro.
  -¿Sabe como se llamaba el hombre con el que quedó?
  -No, pero su ordenador está en su habitación, por si sirve.
 Huxley se levantó y se dirigió al cuarto junto con el hermano de la chica. Los pasos se fueron alejaron por el pasillo y luego se empezó a escuchar el ruido del movimiento de varias  objetos metálicos. Aby estaba en silencio, observando los muebles de la casa. No hacía mucho que se habían mudado, por lo que a ella le había parecido ver en Peter Sanders era que ambos tenían un lazo familiar muy fuerte. Pese haber dejado a su familia en el pueblo ellos se habían mantenido juntos, algo poco inusual en dos hermanos. Ello podía deberse a la falta de dinero también, pero no se habrían marchado si no se lo hubieran podido permitir.
Los marcos de fotos se apilaban sobre la repisa de la estantería, junto con algunas figuras de dudoso  gusto. Algunos contenían fotos, pero otros permanecían vacíos. Algunas cajas se amontonaban en las esquinas con cosas dentro, Aby pudo ver un reloj de madera, libros y pocas cosas más. Sin duda llevaban aquí poco tiempo.
Peter apareció y se sentó de nuevo frente a Aby y a Hughes.
  -¿Cuánto tiempo llevaban viviendo aquí?- preguntó Hughes.
Aby volvió la vista hacia él sorprendida. Era como si le hubiera leído los pensamientos ¿Cómo lo hacía? Se volvió de nuevo hacia el hermano de la víctima.
  -Apenas unos meses. Yo no quería mudarme a esta estúpida ciudad, le dije a Kelly que no era seguro, que esto no era como nuestro pequeño pueblo, donde todos nos conocíamos y podáis salir a la calle sin miedo.
  -¿Entonces porqué la acompañó?
  -Mi madre me pidió que la protegiera por un tiempo, hasta que se le quitará la idea de la cabeza y quisiera volver.
  -¿Por qué quería marcharse ella?
  -Le aburría el lugar donde vivíamos, ella quería ser famosa- dijo mientras ahogaba un pequeña sonrisa al recordarlo- pero cambió mucho cuando llegamos aquí.
  -¿En que sentido?
  -Cuando vinimos ella se apuntó a clases de dramatización, canto..las primeras semanas parecía volcada en sus estudios, pero luego empezó a ir a muchas fiestas, a no ir a las clases… se volvió arisca y distante…. A veces se desmayaba de repente o se mareaba y tenía nauseas, me temí lo peor pero no me dijo nada.
  -Muchas gracias señor Sanders, le informaremos en cuanto tengamos algo- dijo ella mientras se levantaba del sofá.
                        
                        ………………………………

Aby fue a buscar a uno de los informáticos y le dio el portátil de Kelly. Se sentó en su viejo sillón y observó los nuevos apuntes de la pizarra blanca. Ya comenzaba a atardecer y las luces de los últimos rayos de sol teñían de naranja las paredes de la oficina.
Huxley colocó una taza de café delante de ella.
  -Gracias- respondió con una sonrisa.
  -¿En que piensas?- dijo mientras se sentaba a su lado.
  -¿Qué llevaría a una buena chica a ser una irresponsable?
  -Malas compañías.
  -Puede ser, aunque lo que realmente me sorprende es el cambio de comportamiento, quiero decir que las malas compañías no deberían influir en su comportamiento.
  -Eso nunca lo sabremos.
  -Error amigo- dijo Hughes de repente- tengo algo de los informáticos.
  -¿El nombre del tipo del chat?- preguntó Aby.
  -Mejor- se lo pensó un momento- bueno no se si es mejor, es bueno de todas maneras, aunque…
  -Al grano- dijo Aby.
  -Si claro. Han recuperado las conversaciones con nuestro hombre misterioso, y créeme, no tenían una cita para conocerse mejor.
Les tendió a cada uno un taco pequeño de folios. Aby lo miró por encima. Típico texto de chat, emoticones, preguntas cortas de monótonas contestaciones y abreviaturas.
  -Danos un resumes Hughes- le dijo ella.
  -Si leéis os daréis cuenta de que realmente no se habían conocido porque buscaran una relación. Kelly Sanders quería algo más que una pareja, más bien ese no era su interés.
  -Por favor Hughes deja de hacerte el misterioso y dilo de una vez- le bufó ella.
  -Vamos déjale disfrutar de su hallazgo.
  -Gracias Huxley, pero realmente lo que Kelly quería eran drogas, exactamente Popper.
  -Eso concuerda con los síntomas que describió el hermano, nauseas, desmayos…-dijo Huxley.
Aby cogió su móvil del bolsillo de su chaqueta y marcó el número de Brook.
  -Justo ahora iba a llamarla Weaver, ya tengo los resultados y son realmente interesantes.
  -Vamos para allá. Huxley, quédate por si llaman los informáticos.
  -Entendido- dijo dándose la vuelta.
  -Hughes, tú y yo nos vamos a ver a Brook.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 2

-Capítulo 2:
Sus manos, secas y con abruptas heridas que dibujaban líneas imprecisas sobre su piel, acariciaban suavemente la funda de cuero marrón. El contacto era delicado, frágil, como si respetara profundamente el utensilio de sus manos. Su templo. Su sello personal.
Miró su demacrado reflejo en el espejo, aunque apenas podía ver nada tras esa suciedad que lo cubría. Apartó uno de los mechones de su desaseado pelo negro y miró la herida sobre su piel.
Siempre era muy meticuloso en su trabajo, se lo propuso cuando decidió empezar con todo esto, cuando su obsesión renació de nuevo en su cabeza, ocupando cada milímetro de su perturbada mente.
Siempre escondido tras el velo del miedo y del misterio desarrollaba algo que cuantos lo conocían habrían puesto en entredicho, pero ¿quien le conocía realmente? La gente le había despreciado, y aquellos que no se limitaron a mirar para otro lado conocían únicamente la parte más silenciosa de su persona, pero tras ese manto de tranquilidad y lejanía, se escondía una mente perturbada e inteligente. Una mente incapaz de sentir remordimientos, de ponerse en el lugar del otro, incapaz de sufrir.
Miró el reloj que descansaba sobre la mesita colocada a su lado.
  -Todavía me quedan unas cuantas horas- se dijo a si mismo.
Adelantó unos pasos por el pasillo del oscuro edificio y escuchó el crujido de un insecto al aplastarlo con el pie, pero ni se inmutó, continuó caminando con la vista al frente en el sombrío comedor de enfrente. La luz de la mañana proyectaba su luz entre los resquicios de luz que permitían las persianas bajadas.
Cuando por fin cruzó la puerta encendió un pequeño flexo de una mesa que iluminó los perfectamente ordenados papeles que había sobre esta. Se frotó sus ojos cansados y se sentó. Colocó una taza de café sobre los montones de papeles inservibles, con cuidado para no manchar nada.
Abrió una de las carpetas con el nombre escrito y comenzó a ojear los datos recopilados por encima. Fotos, horarios…un estudio personalizado de los hábitos de su próxima víctima.
Le dio un largo trago al café. Su sabor amargo recorrió sus papilas mientras recorría ardiente su garganta. Estaba algo cansado pero se veía incapaz de dormir, estaba demasiado excitado, demasiado emocionado para peder el tiempo durmiendo y que algo saliera mal.
Desvió la mirada a un pequeño marco que había en una repisa de madera. La foto, de 23 años atrás, estaba algo sucia y estropeada pero aun se diferenciaban las figuras que se fotografiaron en su día. Se miró a si mismo, de niño, con esa mirada tierna e inocente, con esa alegría y esa naturalidad propia de esa edad.
Pero 23 años eran demasiados incluso para él. Las cosas habían cambiado durante ese tiempo. Tras la tragedia pasó por distintas fases, la de lamentarse, la de resignarse y llegó a un punto en el que su mayor objetivo era la venganza, tenían que pagar por lo que le hicieron. Cuantas veces se había mirado al espejo y había repudiado su propia imagen, en lo que se había convertido. Pero decidió romper ese cristal, empezar de cero y comenzar lo que había planeado durante esas noches en las que la rabia le consumía poco a poco, hasta dejar de aquel niño, únicamente un resquicio marcado por la rabia y la sed de venganza.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Primer capítulo parte 7

Primer capítulo:
Un insoportable pitido la despertó. Tanteó la mesita de noche, todavía algo desorientada para tratar de apagarlo. Cuando por fin sus manos encontraron el botón, le propinó un golpe para callarlo. Odiaba el sonido de ese despertador, pero por desgracia era el único que la levantaba.
Miró los número digitales que marcaban las diez de la mañana ¿Cómo era posible? Estaba segura de que lo puso a las ocho como cada día.
En cuanto estuvo vestida salió corriendo de su casa.
                    ……………….
  -Parece que a la inspectora se le han pegado las sábanas- dijo Huxley con una sonrisa burlona.
  -Ayer puse mal el despertador.
  -¿No tienes una excusa mejor?- dijo Hughes.
  -No es una excusa, es la verdad ¿Tenemos algo?
  -No, ha llamado Brook, dice que sigue sin reconocer el arma pero que va intentar que los de informática le hagan una simulación a ordenador- dijo Huxley.
  -Además me he molestado en llamar a la amiga de la víctima,  que era la única que sabía que Isabel solía ir al puerto y dice que no le dijo nada a nadie sobre eso- informó Hughes.
  -Entonces si que tenéis cosas. Me alegro de que no hagáis el vago cuando me retraso.
  -Ya sabes que somos profesionales- dijo Huxley.
  -Claro, claro…- le respondió ella.
Caminó hacia la cafetería. Con la carrera de esa mañana no había ni desayunado. Se sirvió un café solo y sin azúcar. Le gustaba el agrio sabor del café natural, sin que lo estropeara el sabor del azúcar.
  -Solo y sin azúcar, sorprendente- dijo Hughes.
  -Me gusta así. Amargo y fuerte.
  -Dicen que la forma de tomar el café es un reflejo de la personalidad.
  -¿Crees que soy amarga?- dijo Aby poniéndose frente a él.
  -No, no quería decir eso.
Parecía nervioso. No era eso lo que quería decir, pero la había cagado hasta el fondo.
  -¿Entonces que querías decir?
  -Pues…yo quería decir que…
  -Déjalo.
Dio media vuelta y salió de la cafetería con su taza ardiendo en la mano. No se había enfadado, realmente esos comentarios los había recibido desde que llegó a la comisaría y le resbalaban ¿Por qué haberlo escuchado de la boca de Hughes iba  a ser diferente? Claro que no, pero en realidad le había sentado mal, por primera vez.
Se sentó en su silla granate de oficina y comenzó a beber de su taza a pequeños sorbos.
  -¿Te ha molestado lo que te he dicho?
  -No- dijo ella mientras miraba unos papeles.
  -No quería decir eso…
  -Déjalo. No estoy enfadada, es más lo comentarios de ese tipo me dan igual, me preocupa más saber que hay un asesino suelto que tus disculpas.
  -Se puede oler la tensión en cuanto entras- dijo Huxley- ¿Qué pasa?
  -Nada- zanjó Aby- ¿Qué tienes?
  -Noticias del señor Brook, nos espera en el laboratorio.
  -Pues vamos- dijo ella cogiendo su chaqueta de cuero marrón.
Hughes caminó detrás de ella. Cuando se dio cuenta se giró y se paró en seco delante de él.
  -Tú te quedas por si pasa algo.
  -Ya nos avisará alguien de la comisaría. Prefiero acompañarte.
  -Ya, pero lo que prefieras me da lo mismo, ahora te quedas aquí y ya está ¿lo entiendes?
Asintió decepcionado con la cabeza y se dio la vuelta hacia su mesa. Un asalto más en la puntuación de Aby, aunque no se sentía demasiado bien por su victoria.
  -¿Por qué le has hecho eso?- dijo Huxley mientras caminaban hacia el laboratorio.
  -¿El que?
  -No te hagas la tonta, no le has dejado acompañarnos.
  -Era por si nos llamaban nada más.
  -Están los otros agentes.
  -A  veces se les pasan las cosas.
  -Ya, será por eso…
                       ……………
El laboratorio de Brook apestaba a alcohol etílico y a desinfectante. Ese aroma  agrio era una de las cosas a las que Aby no había logrado acostumbrarse tras tantos años de trabajo. Siempre que entraba se fijaba en las blancas paredes y en las luces del techo parpadeando de lo usadas que estaban. Las camillas metálicas se acumulaban por los pasillos, cubiertas por protectores verdes que cubrían los cuerpos. No era un lugar demasiado agradable para visitar, pero solo ahí te dabas cuenta de la realidad de la vida y de su fugacidad, del paso del  tiempo a veces tan lento y predecible, y otras en que te dabas cuenta de que cualquiera puede parar ese tiempo a voluntad.

Brook les estaba esperando en un pequeño despacho, revisando los papeles.
  -¿Tienes la simulación a ordenador? –preguntó Aby.
  -Imposible, no tengo medios. Los únicos que me podrían echar un cable trabajan en el FBI y no puedo meter mano en esos temas.
  -¿Entonces para que nos has hecho venir?- dijo ella irritada.
  -Seguro que no era para gozar de tu amabilidad inspectora ¿se ha levantado con mal pie?
  -¿Para que hemos venido?
  -Yo solo soy un humilde forense sin poder, pero tú a lo mejor puedes hacer algo para que el FBI nos de una ayudita.
  -Eso se puede decir por teléfono.
  -Pero el teléfono es frío y lejano, no tiene la familiaridad de una conversación cara a cara. Te he dejado una copia del informe de la autopsia en la entrada, seguramente lo necesitarán.
  -Yo tampoco se si podré hacer mucho Brook, pero no estoy para perder el tiempo así que la próxima vez que te aburras te compras un libro.
Se dio la vuelta y cogió la carpeta que había en la entrada. Su compañero se mantuvo de pie en la puerta del laboratorio.
  -Pase una buena mañana inspectora- dijo el forense con sarcasmo.
  -No la hagas enfadar más- respondió Huxley.
  -¿Se puede saber que le pasa hoy?
  -Pelea con Hughes, siempre la ponen de mal humor. Por cierto me ha llamado la atención ¿Por qué hay tanto cadáver ahí fuera?
  -Una pelea de bandas, no tengo bastante sitio en los refrigeradores así que los tengo fuera.
  -¿Quién se está encargando del problema?
  -Los de bandas, todo el día dicen estar agobiados ¡Agobiado yo que tengo que hacer las autopsias a estos pandilleros!
  -Vamos Brook no te quejes, si en el fondo es tu vocación.
  -Ya os llamaré si tengo algo bueno de verdad, no quiero que Weaver me haga estar al otro lado de la camilla.
  -Eres el mejor forense de la ciudad, le costaría más buscar a alguno mejor que tú.
  -Esa es la razón por la que aún no me ha pegado un tiro.
  -Si.
  -Pues entonces me pondré a trabajar por si cambia de idea.
Hughes salió de la sala. Ahora todo el recinto parecía una nevera gigante. Se estremeció al pasar por delante de uno de los conductos de aire acondicionado que funcionaban a gran intensidad.
  -¡Huxley!- gritó Aby desde el otro lado de la puerta- han encontrado un cadáver en Lincoln Square.
                        ………………
El cadáver estaba sobre el húmedo césped de un parque privado y su rapa estaba húmeda. Unos policías estaban interrogando a la mujer que la había visto. Estaba nerviosa e impresionada. Había bajado a pasear a su perro y se encontró con el cadáver.
  -¿Qué tenemos Hughes?- preguntó ella.
  -Mujer, unos 28 años, ni cartera ni teléfono.
  -¿Un robo fallido?
  -Lo dudo, lleva un reloj bastante caro. Además el bolso está, lo que no hay es cartera.
  -Está bien, diles a los forenses que saquen huellas y se lleven el cadáver al laboratorio. Quiero que rastréis la zona en busca de algo que nos sirva para pillar al que hizo esto.
  -Según un vecino limpian el parque todos los días a las diez y media- dijo Huxley.
  -¿Y me quieres decir que el que limpiaba no se dio cuenta de que había un cadáver en el parque?
  -Ni idea, habla tú con él.
Aby se alejó a un banco que había en la otra parte del parque, bajo un enorme árbol. Un hombre de edad avanzaba gesticulaba nervioso a un agente de policía.
  -Ya me ocupo yo- dijo Aby, invitando al policía a marcharse.
  -Soy la inspectora Weaver de la policía ¿trabaja usted en este edificio?
  -Si, pero ya le dije al guardia que no vi nada. La señora que paseaba al perro bajó sobre las once y cuarto.
  -Según me han dicho usted limpia el parque a las diez y media. No es una zona muy amplia que digamos ¿Por qué empezó a limpiar tan tarde?
  -Yo llegué a mi hora. Pero llamé a mi hijo para ver como le había ido la operación a su mujer. Me entretuve hablando y se hizo tarde.
  -Tendrá que acompañarnos a comisaría.
  -Les juro que no hice nada.
  -Tenemos que comprobarlo, las cosas funcionan así. Si quiere puede llamar a un abogado.
  -No, no creo que me haga falta.
Aby se levantó del banco y se alejó. El hombre metió la cara entre sus manos y un agente lo llevó hacia el coche de policía.